Marrakech en moto, es una experiencia de supervivencia a los mandos de tu moto. Viajar en moto por Marruecos y llegar a Marrakech es sin duda algo que no olvidarás. Taxis, scooters, y sobre todo mil cosas que ver a tu paso, hacen de la conducción por Marrakech todo un ejercicio de expertos.
Marrakech en moto: viaje a la plaza que nunca duerme.
MARRAKECH suele ser la ciudad por la que entran muchos de los viajeros que vienen a Marruecos por primera vez y por ello una de las ciudades imperiales mas conocidas y mas descritas en textos de todo tipo. Pero no por ello dejaremos de incluirla en nuestra colección de destinos ROM.
En la amurallada Marrakech todos los caminos de la medina llevan a un solo lugar, la Plaza Jemaa el-Fna que se va transformando a cada minuto para convertirse en uno de los mayores espectáculos del mundo.
La vida de este lugar, alumbrado por la fastuosa mezquita Koutoubia (hermana de la Giralda de Sevilla) facilita un encuentro seguro con sacamuelas, echadores de cartas, encantadores de serpientes (y lo que no son serpientes), monos de la berbería, vendedores de tres al cuarto, predicadores, echacartas, bohemios y una amplia colección de turistas boquiabiertos que no se creen lo que allí sucede.
Marrakech en moto: Plaza de Jemma el-Fna
En la plaza de Jemma el-Fna tienes dos opciones. Observar todo desde la barrera tomando un té marroquí en una de las terrazas del Café de France, o sin duda la que yo recomiendo, entrar de lleno en un show cargado de sensaciones que fué nombrado Patrimonio Inmaterial de la UNESCO y que se repite todos y cada uno de los 365 días del año.
La plaza Jemaa el-Fna vive cada jornada como un proceso orgánico caracterizado por tener más regularidad de la que parece a simple vista. Amanece con parsimonia, como si necesitara tiempo para quitarse las legañas de los ojos. Da la sensación de que no es capaz de intuir lo que le va a ir sucediendo hasta bien entrada la noche.
Los más madrugadores son los vendedores de zumos naturales, con sus frutas en perfecto estado de revista. Te las exprimen allí mismo y vienen a cobrar 5 dirhams el zumo de naranja (aprox 50 céntimos de euro), subiendo algún dirham más si le añaden limón o si, en cambio, escoges un buen jugo de granada, que sabe delicioso y es todo un éxito de ventas. Uno, la verdad, es incapaz de decir que no ante una propuesta semejante.
Cuando el sol empieza a golpear hasta irse haciendo insaciable, los mercaderes que han colocado bien su género en su puesto correspondiente (souvenirs, artesanía, camisetas, chilabas, cachimbas, lámparas, etc.) aumentan la proximidad con los transeúntes. El turista aquí es una presa de fácil diana. Demasiado fácil, diría yo. Un saludo, una sonrisa y te las ves dentro de la tienda probándote unas babuchas que te vienen grandes y regateando como si te fuera la vida con el último dirham.
La siguiente atracción viene acompañada por un ruido de flautines. Son los encantadores de serpientes los protagonistas del show que tiene lugar en el centro de la plaza. Varias cobras, hieráticas como auténticas esfinges, se mueven al son de la música. También hay serpientes de distintos tamaños, quienes despiertan la curiosidad de los paseantes.
Pero mientras observas de lejos la escena (lo suficiente para que no te acerquen reptiles por la espalda) aparece alguien con un mono de la berbería sobre los hombros. Tengo que reconocer que de estos macacos me fío menos que de un banquero.
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Pero es durante la tarde y una vez que el sol desaparece tras la Kutubiya cuando la plaza llega a su máximo esplendor, el máximo exponente de un vida, una cultura y una forma de entender el mercadeo sin parangón alguno.
A media tarde, sillas y mesas son colocadas en un extremo para formar el mejor restaurante al aire libre de Marrakech. Los amantes de la comida callejera tienen en todos estos puestos una gran noticia. El humo de las primeras brasas indica que Jemaa el-Fna, LA PLAZA con mayúsculas, se encuentra en plena ebullición.
Este es un buen momento para buscar un lugar de descanso y verlo mejor desde la barrera. Para ello las terrazas de bares o cafés que bordean la plaza son la mejor opción. Lugares donde uno puede marcar distancias y dedicarse únicamente a contemplar lo que sucede más abajo.
El ruido aumenta mientras un caos aparentemente controlado se adueña de la plaza. Entre tanto el sol tiene como norma esconderse a un extremo de la Kutubiya formando un horizonte de fuego que se contonea con el ruido de los tambores.
Marrakech en moto: mucho más que ver
Si has llegado a Marrakech en moto, quedarte solo con la visita a la plaza sería una pena. En Marrakech hay mucho mas que ver y de lo que disfrutar.
Sin duda alguna, el Zoco de Marrakech, debe ser objeto de un buen paseo aprovechando su cercanía a la Plaza de Jemma El-Fna. El Zoco comenzando en la plaza y extendiéndose por varios kilómetros, forma un enorme laberinto techado donde se venden desde coloridas especias, hasta joyería de oro, trajes tradicionales o incluso utensilios o comida para el día a día.
Mi recomendación es que lo tomes como un paseo para conocer uno de los mercados más vibrantes del mundo, pero que si querés comprar mejor lo hagas en otro lugar porque los precios están bastante inflados para los turistas y vas a tener que regatear demasiado
Otro de los atractivos a visitar cerca de la plaza Jemma El-Fna, o al menos pasear por sus alrededores, es la Mezquita Koutoubia. Desde su alto minarete, que se ve desde casi todos lados, y que cinco veces al día, se avisa a los musulmanes que el horario del rezo llegó.
La mezquita Koutoubia (o Kutubiyya) es la más grande de la ciudad y uno de los varios Patrimonios de la Humanidad que tiene Marruecos. La estructura actual es de 1158, y su famoso minarete, que sirvió de inspiración para la Giralda de la Catedral de Sevilla, data del 1195.
Pero si dispones de más tiempo, otras opciones son las Tumbas Saadíes, el Palacio Bahía, el jardin Majorelle o disfrutar de un «baño turco» en uno de los multiples Hammam que hay por toda la ciudad.
Pero debemos continuar por nuestro viaje por Marruecos en moto, asi que nos despediremos de Marrakech para afrontar nuestros nuevos destinos en el país de los contrastes.
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